
Yo levanté una de la calle, la iba a pisar un colectivo, aunque no sé qué suerte correrá en la vereda, estaba cansada, cansada de volar, será que se le acababan las horas, y después caminé con las palmas de mi mano apuntando al sol, y sentía su calidez, que parecía que de mi piel iban a florecer capullos y sentí en mi otra palma, el frío de la sombra con la que a veces no te abrazan los árboles.
Me olí los dedos, y recordé ese aroma, ese aroma de perfume y humo, mezclado con la esencia de las diferentes mejillas y corazones que tocaba, ese aroma me lo pescaba en las noches frías de largas caminatas por Palomar, donde abundaban las texturas, los colores, las libélulas aleteando en mi pecho, noches en las que bailaba libre, en las que también; me quería arrojar del balcón. Noches de risas, de llantos, de miradas cómplices, besos húmedos y chispeantes, de charlas interminables.
Noches donde, sin sol, me transformaba en mariposa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario